de vuelta al cole...

Crédito: gimnasiohuellitas.com

Siempre resulta duro volver a la normalidad de nuestras vidas, interrumpir esa fascinante sensación de libertad que uno experimenta cuando está de vacaciones o toma unos días de descanso (o meses en algunos casos). Y esto no significa que nuestra diabetes tipo 1 no vaya con nosotros a todos los lugares de los cuales disfrutamos en una estación tan especial como el verano…al contrario, ella siempre está presente. 

Pero ¡ojo! Ella también se relaja y se vuelve – algunas veces – un poco más manejable, simplemente porque no está bajo el estrés de la rutina, ya sea el colegio, el trabajo, etc y todas las obligaciones que ellos demandan.

Pero debemos prepararnos para volver al ruedo de nuestras obligaciones diarias. Recuerdo que cuando era pequeña y terminaban las tan ansiadas vacaciones de verano, mi mamá no sólo debía preparar los materiales para llevar a la escuela en ese nuevo año, sino que solicitaba reuniones con los maestros que estarían en constante contacto conmigo. Y aquí un paréntesis – seamos realistas, pero de pequeños pasamos más horas en la escuela que en nuestra propia casa, así que es importante que las personas que interactúan con nosotros durante tantas horas al día sepan de nuestra diabetes tipo1 y cómo enfrentar diversas situaciones de emergencia. 

Aunque en la época en que recién fui diagnosticada no se tenía toda la información y educación con la que los padres cuentan hoy en día. Para que tengan una idea, mis tres primeros años con diabetes tipo 1 no tuve glucómetro (así como lo leen). No existían los glucómetros en Peru y por esta razón cada 15 días tenía que ir al laboratorio de la clínica para que me sacaran sangre del brazo y me dijeran cuánto de glucosa tenía. Increíble, ¿no? Además en ese entonces (los años ochentas) sólo se encontraba insulina animal, ya fuera de porcino o bovino...(no se han equivocado en leer...así era) y era una dosis diaria sin importar qué comía, si hacía ejercicio, si estaba enferma, etc.

Así que mi mami durante esos tres primeros años sólo hablaba con mis maestros. Más adelante (cuando ya tenía glucómetro) mi mamá no sólo preparaba libros, uniforme, mochila, lonchera, etc sino un kit con lo necesario para cuidar de mis glucosas en caso lo requiriera. Y lo que resultaba más importante, la información, ya que no todas las personas saben acerca de la diabetes tipo 1 o suelen confundirla con la tipo 2. Es por ello que mi mamá se tomaba el tiempo de conversar y “educar”, en cierta forma, a mis maestros más cercanos.

Y es que cuando uno tiene una compañera de viaje como la diabetes tipo 1, ninguna información extra está de más; al contrario.

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